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Claves para entender la visión III: el cerebro

El proceso de la visión consta de varias partes, de las cuales la que entendemos como ver –que el ojo capte la luz reflejada por os objetos– es sólo el comienzo. Una vez concluida esta fase de percepción, la señal que se traslada por medio del sistema nervioso tiene que ser decodificada de nuevo. El protagonista de esta parte final del proceso responsable de la visión es el cerebro, auténtico centro de operaciones de nuestro organismo. La corteza visual es la zona cerebral encargada de decodificar la percepción y convertirla en visión. Estas claves te ayudarán a entender mejor qué es lo que ocurre dentro del cerebro.

Como decíamos en un post anterior, la visión no acaba en el ojo. De hecho, la parte más compleja de todo el proceso comienza precisamente después del ojo. En ese momento, la imagen que ha sido captada por la retina se divide en fragmentos que siguen caminos diferentes hacia la corteza visual. Los recientes descubrimientos en el campo de la fisiología nos han permitido conocer casi paso a paso cómo se produce procesamiento. Una vez dividida, la información se traslada simultáneamente a varios sistemas que se reparten el tratamiento de las distintas partes en que se descompone la imagen.

John J. Ratey, psiquiatra y profesor de la Universidad de Harvard, lo explica muy bien en su libro El cerebro: manual de instrucciones (Mondadori / Arena Abierta): «La información va principalmente a lo largo de dos rutas separadas: la ruta CÓMO del lóbulo parietal y la ruta QUÉ del temporal. La visión, como la mayoría de las funciones cerebrales, está repartida —es decir, para procesarla se la envía a varias regiones cerebrales—; esa información fragmentada se agrupa de nuevo de alguna forma y VEMOS.»

Así, son sistemas diferentes los que se encargan de procesar la información sobre la forma, el color, el movimiento y la organización espacial (incluyendo la localización y la distancia), que en conjunto componen una imagen. Cada sistema está especializado y funciona con relativa independencia de los demás. Eso explica que algunas personas ciegas no puedan ver los colores, pero sí los movimientos, o que otras manifiesten dificultades exclusivamente para la percepción de este último.

Un órgano en permanente evolución

En principio, el cerebro aloja funciones específicas en cada una de sus partes, y el procesamiento de la información percibida a través del ojo se encuentra en la corteza visual, situada a su vez en la corteza occipital, es decir, en la parte trasera. El cerebro, sin embargo, es un órgano con una fascinante capacidad de adaptación, y se han encontrado pruebas de que las zonas cerebrales en las que se desarrollan las funciones de un órgano de los sentidos pueden reforzar las funciones de algún otro órgano, si el que les corresponde en principio sufre algún daño o alteración.

corteza visual

Corte del cerebro humano en el que puede apreciarse la corteza visual cuya lesión ocasiona ceguera cortical.

Esto se ha podido comprobar mediante estudios realizados con técnicas de resonancia magnética con positrones, que muestran las áreas cerebrales que en cada momento se encuentran en funcionamiento. Así sabemos, entre otras cosas, que cuando los ciegos leen en sistema braille no solo se activan en su cerebro las áreas que normalmente están asociadas al tacto, sino también una extensa zona vinculada a la vista.

Lectura en sistema braille

La lectura en braille activa zonas del cerebro relacionadas con la visión

El cerebro y los problemas de la visión

Como vemos, la funcionalidad de la visión y el funcionamiento del cerebro están interconectados. Por este motivo, algunos problemas cognitivos que sufren determinadas personas pueden tratarse si se toman medidas que modifiquen la percepción a través de los ojos.

Por ejemplo, hasta hace poco no se sabía que la visión estaba relacionada con el fenómeno de la dislexia, que afecta a muchos niños. Ahora sabemos que en algunos de estos casos —no todos—, la dificultad para leer o escribir puede solucionarse con un tratamiento oftalmológico o simplemente usando gafas con filtro de color. Por otra parte John J. Ratey, en el libro antes mencionado, nos cuenta el caso de Rolf, un psicoterapeuta disléxico que descubrió que se sentía especialmente cómodo usando gafas con filtro amarillo y comenzó a llevarlas para todo. En realidad, ciertas personas que sufren dislexia tienen problemas para leer porque no consiguen anclar la mirada en la línea y sienten que las letras se les mueven. Con los filtros de distintos colores las gafas Irlen se puede conseguir fijar la vista. Rolf lo logró con el color amarillo.

Casos como estos demuestran que, aunque el ojo no es responsable único de lo que vemos, sí tiene una implicación muy importante en la visión. Comprender su uso y su relación con el cerebro en este apasionante proceso nos permite a los oftalmólogos hallar soluciones a problemas no necesariamente vinculados a las funciones del ojo.

Conducción y visión: seguridad al volante

Es evidente el papel fundamental que tiene la visión en la conducción. Orientarse en el espacio, planificar el recorrido y reaccionar ante obstáculos dependen en buena medida de que veamos correctamente. Por esta razón, una agudeza visual suficiente es muy importante para conducir sin contratiempos, pero no es el único factor del que depende nuestra seguridad al volante. A continuación te damos algunos consejos para que lo veas claro.

Como hemos explicado en otros artículos, la visión no es sólo la información que entra por los ojos. Esta se completa con la interpretación que el cerebro hace de dicha información, traducida a imágenes que podemos comprender y ante las que reaccionamos. Del mismo modo, en la relación entre conducción, visión y seguridad influyen dos aspectos fundamentales: por una parte, la capacidad para ver correctamente; y por otra, la capacidad para reaccionar ante lo que vemos. Por tanto, para evitar percances mientras conducimos, debemos extremar las precauciones en lo que tiene que ver con nuestra visión, pero también con nuestra atención.

Visión y conducción

La conducción es una actividad neuromotora que está guiada por la visión. Esto significa que todo aquello que pueda afectar a la percepción visual tendrá una gran repercusión en la conducción, porque lo que la vista perciba (o no perciba) va a desencadenar una reacción motora, es decir, un movimiento consecuente con lo que vemos. Cuando conducimos, especialmente si lo hacemos con velocidad, la rapidez de reacción es crucial. Por eso ver adecuadamente y favorecer una óptima capacidad de reacción puede, literalmente, salvarnos la vida.

Cuando hablamos de ver correctamente no nos referimos solo a tener suficiente agudeza visual –no necesitar gafas o llevarlas bien graduadas– pues hay otras disfunciones y enfermedades que pueden condicionar lo que vemos. Por ejemplo, si eres conductor y estás iniciando unas cataratas o tienes más de 55 años, tu capacidad para tolerar el deslumbramiento y para ver con baja luminosidad estará disminuida. Esto hace que tu visión esté muy por debajo de la de un individuo más joven y sin patología ocular, aunque los dos tengáis exactamente la misma agudeza visual (graduación, para entendernos). El otro conductor responderá mejor al cansancio y su capacidad perceptiva y reactiva será muy superior a tuya. Por eso, incluso aunque de día veas perfectamente, deberías evitar conducir por la noche o extremar las condiciones de seguridad, especialmente reduciendo la velocidad de su vehículo.

conduciendo con niebla

Extrema la precaución en situaciones de visibilidad reducida

Este ejemplo de cataratas y visión nocturna nos da una idea de la importancia que tiene el que todos los conductores conozcamos nuestras limitaciones y actuemos con responsabilidad, ya que de ello depende nuestra seguridad personal, la de otros pasajeros que nos acompañen en el vehículo, y la de los demás conductores y peatones. Para estar seguros, no basta con autoevaluarse: la mejor manera de conocer tu situación particular es consultando a profesionales oftalmólogos y optometristas. Estos están capacitados para indicarte cuál es tu verdadera calidad visual, qué puedes hacer para mejorarla, tus limitaciones al conducir y las medidas de precaución que debes tomar para conducir con seguridad. Algunos de los problemas y enfermedades que pueden comprometer tu capacidad visual al volante son:

  • Edad: Después de los 55 años de edad y especialmente al superar los 75, se produce un descenso importante de la capacidad visual, a menudo relacionado con diferentes patologías oculares.
  • Enfermedades oculares: Hay patologías con síntomas relacionadas con una visión disminuida o distorsionada. El síndrome de ojo seco (déficit de lágrimas), las cataratas en estado evolutivo, trastornos retinianos como los que aparecen en los problemas maculares o en la diabetes, hipertensión o miopía magna
  • Intervenciones quirúrgicas: Algunas operaciones oculares, especialmente las de tipo refractivo, tras eliminar la miopía o la hipermetropía, pueden provocar visión distorsionada o deslumbramiento, que suelen desaparecer tras unas semanas.
  • Reflejos y deslumbramiento: Pueden tener origen muy diverso. Los filtros antirreflejos o de protección solar son una herramienta útil en la conducción, tanto durante el día, como en particular por la noche.
  • Fatiga visual: Es uno de los factores más importantes relacionados con la seguridad en la conducción, ya que afecta a todos los conductores independientemente de su edad y de la calidad de su visión.
Conduce con gafas de sol

Usa gafas de sol para evitar deslumbramientos

La fatiga

Uno de los aspectos que más se ha estudiado en el binomio visión y conducción, es la influencia del grado de atención. Cuando este es elevado, nuestra capacidad visual y el tiempo de reacción mejoran proporcionalmente. Cuando no prestamos atención es fácil incurrir en fallos que pongan en riesgo nuestra seguridad. Uno de los riesgos más conocidos en este sentido es el sueño al volante: el cansancio extremo puede hacer que nos durmamos conduciendo anulando nuestra capacidad de conducir. Pero antes de llegar a este extremo existen niveles de fatiga que también nos ponen en riesgo, a menudo de manera menos evidente pero igualmente peligrosa. La fatiga influye de manera determinante en nuestro grado de atención, pero también en la capacidad visual y en la capacidad de reacción en el tiempo adecuado. Algunos de los factores que influyen sobre nuestro grado de atención al conducir son:

  • La fatiga
  • La temperatura elevada en el interior del vehículo
  • Conducir tras una comida copiosa
  • Monotonía: música repetitiva o la conducción por una carretera poco transitada o una autopista.
  • Distracciones: No es aconsejable mantener una conversación con varias personas mientras se está conduciendo o estar pendiente de la radio o del teléfono móvil.

Existen diversos estudios que demuestran cómo tras 2 horas de conducción, en condiciones de ausencia de fatiga previa y con una visión correcta, se produce un descenso de la capacidad neuromotora que entra en los límites de inseguridad. La situación empeora si las condiciones son más extremas, como tras una jornada laboral o por la noche, o cuando la visión no es buena porque las gafas están en malas condiciones. En estos casos, deberíamos extremar las condiciones de seguridad, ya que, además de un retraso en las capacidades reactivas, se produce un descenso importante en las capacidades neuro perceptivas, como el cálculo de la distancia y del tiempo necesario para realizar un adelantamiento.

carretera secundaria

Una buena visión nos permite anticiparnos y reaccionar a tiempo ante imprevistos

Qué puedes hacer para mejorar tu visión al volante

  • Conoce tus limitaciones: una evaluación a cargo de oftalmólogos y optometristas te indicará si tu visión es apta para conducir en todas las circunstancias.
  • Si tienes un problema que no pueda corregirse, evita ponerte al volante en situaciones que comprometan tu visión o tu capacidad de reacción.
  • Comprueba cada año que tus gafas o lentillas están bien graduadas y en buen estado.
  • Utiliza filtros solares apropiados si eres sensible a la luz, y filtros antirreflectantes si conduces a menudo por la noche.
  • Si tienes una enfermedad ocular que disminuya la sensibilidad al contraste ­–cataratas, maculopatías, degeneraciones retinianas– consulta acerca de filtros específicos.
  • Si conduces en un trayecto largo, recuerda parar y descansar unos minutos cada dos horas.

Y recuerda: la mejor forma de mejorar nuestro campo de visión es REDUCIR la velocidad de conducción.